Las esperanzas rotas de un amor sin retorno


LAS ESPERANZAS ROTAS DE UN AMOR SIN RETORNO

Esperaba ansiosamente. Su nombre era Enrique. Era una noche sombría y muy gélida. Sin embargo, no fue el frío la causa de su angustia y ella aún no llegaba. Empezó a pasar una tribulación terrible con sus sentimientos. 
De pronto apareció  con el rostro inanimado y pálido. Se veía  algo agotada pero no físicamente sino de la vida. Estaba justo debajo de aquel abedul; dónde tantas veces se reunían, ansiando el tiempo de estar siempre juntos. 
Ella parecía  tener una incomodidad con el encuentro. Empezó diciendo:
—Ah! Hola. Demoré porque pensé que solo sería una pérdida  de tiempo. Pero en  fin, dime.
—Buenas noches, siento la molestia  que causó  mi llamada. Pero necesitaba decirte que te he extrañado demasiado. Desde aquella vez que te deje sola, llorando. Sentía  como mi corazón  se partía y te dejaba un pedazo a ti. Lo siento, reconozco me equivoqué  pero Te amo —dijo Enrique.
—Mira qué ironía  de la vida, pero ya es muy tarde. Han pasado tres años. Existen personas que viven con un solo riñón. Así que tú podrás vivir con medio corazón. No te imaginas cuanto ha sido mi dolor. Mis lágrimas   fueron muchas, a causa de tu error. Enserio creíste  poder aparecer  y que yo te perdonaría así sin reclamarte nada.
—He cambiado. Tampoco sabes cuánto yo también lloré. De verdad me importas por eso estoy aquí.  Ha pasado el tiempo y como lo dije  nos daría la razón. Ahora es nuestro tiempo de estar juntos. Nos toca vivirlo.
Las personas no cambian.
Todo empezó  cuando ella le hablo tan sinceramente sin caretas. Él sintió una grande atracción  no sólo física  sino también intelectual, fue una explosión de emociones entre ellos dos.
Se mandaban cartas después de cada encuentro. Enrique escribía: Con amor y para que mi esencia se quede contigo. La empapaba de perfume .Todo era hermoso como siempre lo mejor es el principio de una relación. Jamás  hubieran imaginado el daño que se iban a causar  mutuamente. Se destruyeron sin consentimiento alguno.
Sus encuentros eran siempre en esa antigua pero extrañamente hermosa plaza con árboles  grandes. Ambos eran un poco misántropos. Era algo que compartían  por ello tenían un abedul en especial. Su misantropía era en un grado no muy exagerado. Disfrutaban ambos los lugares vacíos  pero con una vista increíble. Tenían conversaciones  sobre todo. Podías observar como su amor era tan grande.
No todo es alegría  siempre no en todos los casos terminan con finales felices en la realidad se sufre como cuando te da un fuerte virus. Puedes sentir como te destrozas no sólo tu  cuerpo lo hace sino tu vida a la vez.
Cierto día él menciono a Frank Sinatra, puesto que era un gran admirador de su trabajo. Le dijo: Si nos vamos lejos. Viajaremos por todo el mundo; sólo  nosotros. Cantando “My way”. A lo que ella respondió: Tú solo piensas en ti. Eres un  egoísta. Es cierto yo tampoco tengo mucho apego a la humanidad pero últimamente me he puesto a pensar en todo lo que está pasando.  Existen personas capaces de luchar por lo que quieren y no lo digo en sentido romántico  porque sabes que no lo soy sino por el sentido patriótico, por el amor a nuestra tierra. Esta qué es nuestra dónde nos acoge en su regazo tan hermoso. Quiero luchar con ellos.
Enrique no supo que responder a tal declaración  de su parte. Jamás  él  sería capaz de dar la vida por alguien más. Entonces se marchó  desconcertado la dejó ahí. No había  sentido su ausencia ella seguía ensimismada en sus ideas. Aquel día ellos mismos rompieron un lazo de los tantos que habían formado. Pudieron darse cuenta de aquella diferencia abismal entre los dos.
Al día siguiente, quedaron en verse. Intentaron reivindicarse, conversaron  como otro día normal. Trataron de ignorar lo que había sucedido el día anterior. No se atrevían a mencionar aquello. Ella decidió por fin diciendo: Lo siento pero sigo pensando en lo de ayer. Sigo firme en mi decisión de ir a luchar y unirme a ellos.
Enrique se quedó  perplejo. Luego dijo: Sabes, no iré yo. Perdón,  pero no puedo hacerlo. Tienes razón soy muy egoísta. Entonces empezó  la discusión  ninguno haría cambiar al otro su decisión. Él se levantó y delante de todos le gritó: Puedes hacer lo que quieras pero no me metas a mí  aquí termina todo. Estás loca. No quiero volver a verte. Se fue con rabia, sin mirar atrás. 
Ella se quedó perpleja. Rompió en llanto con saber la razón. En verdad lo quería, mucho más de lo que creía. 
Después de eso nada fue igual su corazón estaba destrozado sin reparación  alguna. Pasaba noches enteras llorando. Pasaron noches dónde ella podía hablarle a la Luna. Le decía todas sus penas. La Luna le daba la espalda siempre inerte sin consuelo alguno. No pudo ir a batallar con los revolucionarios. Se sentía  inútil, fue una desgracia total en su vida. 
Pasaron los años. Su recuperación  ya había terminado. Lo había hecho sola. Cuando él  apareció de nuevo. Con la llamada la saco de órbita. Se sintió amenazada, también vino un sentimiento de odio  con cólera. 
Entonces estaban ahí debajo del abedul.  Hubo un silencio estremecedor. 
—La única manera en que tu vuelvas a mi lado es que vayamos ambos a luchar por nuestra tierra. Pero como sé que no iras. No hay más remedio que decir adiós. 
—Tienes razón Te Amo demasiado pero no puedo hacerlo.
—Entonces adiós, también  te amé pero ya ni está este sentimiento. Tal vez está enterrado dentro mío. Lo mejor será  que me vaya y mi muerte sea valerosa.
Ella se fue y él se quedó está vez sólo y llorando amargamente porque sabía que ya nunca más la recuperaría. Lo más probable sería  la muerte de ella.

Seudónimo: Una chica sin nombre