Promesa en estado etílico

PROMESA EN ESTADO ETÍLICO

—Hey commm…padre, muchas gracias —le tendió la mano. Se tambaleaba un poco, pero claro eso era obvio, pues tenía alcohol en su organismo— te  prometo que la cuidaré me… ¡hip! Lo siento, si es posible la cuidaré mejorrr que a mis hijos.
Típica conversación entre dos personas con  un alto nivel de alcohol en su organismo. En estos casos al menos uno de ellos está más ebrio que el otro o en  una situación similar. En esta historia algo peculiar veremos lo valioso de una promesa, aunque fuese en estado etílico, entre  dos personas con alto nivel de alcohol en su cuerpo. El nivel de alcohol no tiene importancia cuando se trata de alguna  promesa entre amigos inseparables desde hace prácticamente 4 horas.
Justino y Faustino eran solo dos hombres comunes y corrientes que se conocieron por casualidad en una cantina del cercado.
¿Cómo habían llegado a esta situación?
Ni ellos mismos lo sabían o lo recordaban. Pues cuando se dieron cuenta ya estaban en la casa de Justino, el cual le estaba dando su más preciada posesión.
—Mi gallina commpadre —dijo Justino con una típica voz de una persona en estado de ebriedad.
A duras penas se dejaba entender  sus palabras.
—Te entregoo mi gallina. Mi mejorr gallina, la única que fue capaz de poner 10 huevos semanales. Ademass… ¡hip! De ser lo único que me dejó la perica de mi esposa después del divorcio —abrazó una vez más a Faustino quien tenía a la gallina entre sus brazos— No te miento commpadre , la condenada de mi ex mujer me quitó, ¡toooodooo! —dijo él girando en su lugar con los brazos abiertos.
—Si por ella fuera me dejaba sin calzones —se colocó ambas manos sobre su rostro tratando de evadir aquellos recuerdos de su divorcio.
En las pocas horas que se llevaban de conocer se habían contado todo, y cuando digo todo es todo. Desde el juicio de divorcio que había tenido Justino hasta la insoportable vida que llevaba Faustino al lado de su mujer. No es que no la amara, porque eso sería mentir. Pero desde hace un par de meses las cosas no habían estado en su mejor condición, peleaban por todo, desde la comida hasta porque él dejaba la tapa del baño arriba. Sin duda alguna su matrimonio cada vez se iba en picada.
—Te comprendo commpadre... ¡hip!, ni siquiera recuerdo porque estoy con mi esposa —Trato de hacer memoria; pero su mente aún permanecía en blanco— Creoooo — dijo él levantando su mano— que fue porrrquee tenía  un cuerpazooo de muerte, sí —afirmó con la cabeza— fue por eso.
  —Hay compadre, ¡hip! No puedes vivir con ellas y taammpoco sin ellas —dijo Justino y cayó sentado en lo primero que encontró, que en este caso debido a su estado lo primero que vio o sintió fue el piso.
Como cada persona que llega a la situación de no tener más dinero para seguir bebiendo, Faustino tomo a la gallina entre sus brazos y se dispuso a salir de la casa de su nuevo mejor amigo. Pensaba en despedirse de él, pero lo vio plácidamente dormido sobre el piso así que prefirió no molestarlo y salir por su cuenta.
Al salir sintió el aire frío calar por sus huesos, eran aproximadamente las 2 de la mañana y no traía consigo un  abrigo, lo único con lo que contaba era con un maletín vacío (el cual  no recordaba haber traído consigo hace un par de horas) y la gallina aun en brazos.
Giró su vista y vio que la gallina comenzaba a inquietarse, justo en ese momento cayó en la cuenta de que no conocía las mañas de este animalillo.
—¿Y si se me escapa?”—pensó él dirigiendo su vista a la gallina.
— O peor, ¿y si me pica?” —miró aún más aterrado al animalito, el cual solo miraba con curiosidad a la persona que lo cargaba.
—Noo... pensaráás… ¡hip! En picarme ¿verdad? —interrogó él— ¿verdad?, verdad… ahora queee me acuerdo ¡hip!, Justino no me dijo tu nombre —sujetó con un poco más de fuerza a la gallina y caminó un par de metros más hasta que divisó una banca en el centro de un parque.
Se sentó y colocó a la gallina en su regazo.
—¿Cóómoo te llaamas gallina? —preguntó esperando a que el animal respondiera.
30 segundos.
40 segundos.
50 segundos
—¡Oyeee!, ¿quéé no me piennsaas… un momento —cayó en la cuenta de su error— ¡Pero que bruuuto soy! Eres una gallinna —le acarició las  plumas— noo me vas a poder decir tu nombre, no hablo en cacareo. 
—Entonces ¡hip!, te llamarááss, Alba y como yo soy Faustino Francisco Bosa Fuentes, túú serás Alba Bosa, ¿noo te gussta?? —la gallina solo atinó a cacarear en respuesta a la pregunta de su inusual dueño.
—¿Y ahooora, dóónde vivía? —Se levantó de la banca con la gallina en brazos y empezó a tambalearse por las calles de la ciudad—¡Aaahh , ya me acordé! Vivo al lado de la caasa de la bruja de mi suegra —Todo iba bien hasta que pasaron por un callejón oscuro.
—Tranquila Alba, toda estará…
—¡Guau, guau , guau!
—¡Carajo un perroo! —salió corriendo inmediatamente, pero el perro los estaba alcanzando. Alba, como cualquier gallina con sentido común, saltó de los brazos de su dueño y empezó a escapar de su depredador.
Faustino al ver que el perro perseguía a la indefensa gallina trató de ahuyentar al perro, pero debido a la cantidad de alcohol que tenía en su organismo no conseguía atrapar al perro.
—¡Por un demonio! ¿Deeesde cuando hay dos perros? —aquí hay un claro ejemplo de los estragos que produce el alcohol.
Continuó con la persecución hasta que el perro acorraló a Alba entre las rejas de una casa , un último ladrido bastó para que ella se pasara por medio de las barras y se perdiera en la oscuridad del garaje que cubrían las rejas.
—¡Alba! —gritó Faustino.
No perdió el tiempo y tambaleándose llegó a tocar el timbre de la casa en la que Alba se había escondido. Un par de toques más y una señora con pijama del siglo pasado y tubos en la cabeza salió con el ceño fruncido.
—¿Que quiere? —Preguntó  aquella señora sin rodeos.
—Mii galliinaa Alba, Alba Bosa se escondió entre las rejaas de su casa —suplicó él, no podía perder a la gallina.
—¡Que tiene borracho! ¡Alba Bosa, babosa mis calzones, lárguese  de aquí sino quiere que llame a la policía! —fue lo último que dijo la señora antes de cerrarle la puerta en las narices.
—¡Condenada vieja! —gritó Faustino.
Se sentó en la acera que daba al frente de las rejas. Aquella vieja ni siquiera había ido a buscar a Alba, nuevamente se levantó; pero esta vez algo llamó su atención, un cartel de colores vistosos colgado en la parte superior de las rejas.
—Oh no... —murmuró él— ¡Alba! —gritó a todo pulmón.
“Servimos rico caldo de gallina”.
Seudónimo: “Firework”